lgo que me gusta del fútbol es que funciona como una cura contra mí mismo. Gritando desaforadamente cualquier barbaridad suspendo por noventa minutos mi modo nihilista-existencialista-autodestructor que se camufla tras mis pavoneos de lingüista. Puedo finalmente abocarme a las palabras huecas y sin sentido. Puedo gritar negro hijueputa sin mancharme de racismo (no es contradictorio. Es como cuando un ateo dice ¡por dios!) y puedo decir taxista maricón sin faltarle el respeto a mi padre, venerable taxista de corazón. Por eternos noventa minutos de fútbol, salud.
Este blog funciona como un patíbulo para estos textos. Están aquí, a la intemperie, para ser destrozados. Están aquí para que el siempre hipotético lector se pronuncie descarnadamente sobre ellos. Están aquí para que las opiniones ajenas corrijan las flaquezas de una prosa naciente, no siempre juzgada con justicia por la bruta, ciega, sorda, muda, torpe, traste y testaruda autocrítica. Estos textos no tienen pretensiones de alta literatura; son tan solo una escuela. Para mí: escribir es psicoanálisis, publicar es electroshock. Este es mi blog. Vale.
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