lgo que me gusta del fútbol es que funciona como una cura contra mí mismo. Gritando desaforadamente cualquier barbaridad suspendo por noventa minutos mi modo nihilista-existencialista-autodestructor que se camufla tras mis pavoneos de lingüista. Puedo finalmente abocarme a las palabras huecas y sin sentido. Puedo gritar negro hijueputa sin mancharme de racismo (no es contradictorio. Es como cuando un ateo dice ¡por dios!) y puedo decir taxista maricón sin faltarle el respeto a mi padre, venerable taxista de corazón. Por eternos noventa minutos de fútbol, salud.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario