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obstinadamente el blog menos leído del internet

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15.5.11

Peperudi

ecolección de caracoles, crianza de gusanos de seda, cultivos de mora, criadero de avestruces, venta de carne y piel de nutria, elaboración de pan a partir de harina de soya orgánica, venta de licencias para la caza de faisanes… Fácilmente podríamos pensar que se trata de una gran empresa que ha incursionado en los campos mencionados para consolidarse en el mercado y facturar millones de levs, ya que estamos hablando de Bulgaria. El encargado de esta presuntamente boyante empresa se llama Georgi Lulchev y es psiquiatra. No está al mando de ninguna compañía sino de un paupérrimo y decrépito hospital mental en la campiña búlgara. Como todo centro de enfermos mentales que se respete sufre la amnesia estatal y recibe apenas unas moneditas para las colas. Las citadas actividades económicas que deberían ser su sustento están marcadas por la fatalidad y en la mira de la mala suerte, que no yerra un tiro. Esta es la historia que nos cuenta Georgi y las mariposas, el premiado documental búlgaro que tuve la dicha de ver en el marco de los Encuentros del Otro Cine 2011.

En lo que fuera un antiguo monasterio funciona actualmente el Hogar #6 para hombres con retraso mental. Es el sitio de trabajo de Georgi y de su corto equipo de colaboradores. Su misión es titánica. Deben mantener a como dé lugar al grupo de internos y procurar que no caigan en la indigencia. Obviamente, como era de esperarse en la difícil Bulgaria, la ayuda estatal es mínima y menguante. Las donaciones de grupos privados, debe decirse aunque pequemos de voyeurs del diente del caballo regalado, son inútiles por consistir en medicinas caducadas o ropa de mujer para una institución enteramente masculina. Es sabido que la adversidad es el mejor combustible para el ingenio, cosa que Georgi no ignora. La única salvación es la autogestión. Hiperactivo, entregado a su trabajo y a su gente, emprendedor, imaginativo y sin miedo al ridículo: así es Georgi. Armado de todas sus armas decide salvar su hospital. Con una tenacidad envidiable por donde se la vea pone en marcha, uno por uno, todos los proyectos que ya mencioné. Busca auspicios, ayudas, fondos, porque allá como en todo el mundo sin don Dinero no empieza ninguna fiesta. No tiene miedo de presentar sus ideas, que podrían resultar extravagantes, ya que afirma con convicción que las ideas poco convencionales siempre triunfan, pueden tardar pero su victoria es segura. Lastimosamente parece que se tardan demasiado porque Georgi lleva 15 años imaginando estos proyectos que le permitirían solventar el hospital, tras la caída del paternalista estado comunista que todo lo pagaba (seguramente mal, pero lo pagaba). Los obstáculos con los que se encuentra son infinitos, desde la indiferencia de los dueños del dinero a quienes sencillamente les importa un carajo la suerte de un grupo de enfermos mentales, a la oposición de los mismos pacientes a ciertos trabajos que ellos consideran demasiado pesados. Cuando el estado por fin reacciona su ayuda se vuelve impotente por el candado burocrático que mantiene cerradas por tres años las puertas del nuevo hospital, este sí moderno y funcional pero que de nada sirve si nadie puede usarlo. La dedicación de Georgi a su labor llega a la cumbre con la invención de un algoritmo para, a partir del número de la seguridad social de cada paciente, comprar billetes de la lotería y ver si así con un poco de suerte consigue lo que con tanto sudor no. Ayudada por las crónicas de sus empleados y de su esposa la película pinta el retrato de este curioso personaje apellidado Lulchev.

Es una historia de frustraciones constantes y repetitivas. Parece un juego malvado en el cual el tablero está inclinado y los jueces comprados. El tono de la historia podría ser de lo más dramático, pero con sapiencia el director no lo llevó por esos rumbos. No hubiera tenido sentido, ya que el mismo Georgi no afronta su vida desde la lamentación. Se sabe vencido en todas las batallas pero no renuncia a la guerra, como otro General de las Derrotas. La película se toma la adversidad con filosofía y nos recuerda lo bueno que es reírse de uno mismo, reírse para no llorar. Esto condimentado con esas mentes de dulzura infantil como son las de los pacientes que solo ansían ver sus mariposas (sus peperudi) y tener mucho dinero para comprar embutidos, ya que no recuerdan su sabor. Es uno de los momentos más dulces de la película cuando ante la insistencia del entrevistador, que les preguntaba que qué harían con todo el dinero que iban a tener, una pareja de pacientes cifraban toda su felicidad en comprar waffles y embutidos. Sentí mucha ternura a lo largo del documental. Era emoción verdadera, la que te deja la piel de gallina.

Investigando tras ver esta película encontré que a Georgi le empieza a sonreír la fortuna. En parte por el documental, en parte por su emprendimiento ha saltado a la luz pública y ahora hasta se pueden hacer donaciones por internet para su centro. Me alegra esto, y mucho, porque lo que vi en ese filme fue a un hombre entregado a los demás, un hombre que no cejaba ante la ola de zancadillas que le metían, un hombre que merece lo mejor porque es justamente eso lo que hace. Georgi Lulchev es la cara humana de la psiquiatría, una cara que muchos deberían ver cuando se miran al espejo. Más que recomendable la película. Mírenla, mírenla, mírenla.

8.5.11

Nota Mental 004

er árbitro de fútbol y ser chapa son las profesiones más románticas que existen. No son profesiones que se ejerzan por necesidad (como puede ser puta, recogedor de basura, vendedor ambulante...) pero son profesiones en las que no tienes ningún beneficio y hagas bien o hagas mal te van a recordar a tu madre. 

7.5.11

Nota Mental 003

ué cosas, caracho… Ahora resulta que los “bárbaros y retrógradas” talibanes reaccionan a la muerte de su líder más científicamente que los “inmaculados y lúcidos” católicos a la del Papa. Nótese que mientras los unos proclaman que “no fue un profeta del siglo XX sino un hombre de creencia islamista” los otros corren a canonizarlo por presuntos vínculos divinos.