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obstinadamente el blog menos leído del internet

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15.5.10

Salsa en la jungla


orría el año 1974, que los fanáticos del boxeo veían como uno de los más prometedores y excitantes de la historia. George Foreman era el campeón indiscutible de los pesos pesados con un impresionante currículo de KO’s y victorias. Muhammad Ali por su parte acababa de salir de su suspensión por negarse a enrolarse en el ejército estadounidense interventor en Vietnam; tras algunos traspiés iniciales había recuperado su nivel y se encontraba listo para tentar la, para él ya conocida, gloria boxística. El lugar escogido para la hazaña no podía más heterodoxo. Kinshasa, Zaire. Ambos boxeadores eran de raza negra, por lo que los organizadores concibieron este espectáculo como un estrechón de manos en pro de la solidaridad entre los pueblos negros de América y de su nativa África. Obviamente un gesto de esta naturaleza no podía circunscribirse al terreno deportivo, ya que de los más grandes y curiosos (por tanto dignos de ser remarcados) hitos del desarrollo cultural de América son de autoría de ese pueblo que llegó a ahogar su vida en lágrimas y sudor. De esta consideración nació el Festival Zaire 74. 31 grupos musicales. 80000 asistentes. 3 días de música como preámbulo a la pelea del siglo, “The Rumble in the Jungle” como se la había bautizado. Popularmente pasó a ser conocido como el Woodstock negro, y es que los músicos que intervinieron eran en su mayoría afro descendientes. Tocó B.B. King, tocó James Brown, pero el extracto que yo pude ver de este concierto está dedicado a esa constelación llamada La Fania All Stars. Celia Cruz, Cheo Feliciano, Ray Barretto, Johnny Pacheco, Héctor Lavoe y muchos más (desconozco la razón pero faltaba Willie Colón) hicieron volar el Estadio 20 de Mayo en la ahora llamada República Democrática del Congo. Las cámaras muestran la euforia de ese pueblo francófono, seguramente sin entender mucho pero sintiéndolo como solo se hace en tierra caliente, cuando reciben a sus hermanos latinoamericanos. Con una barrera tal, impuesta por el idioma, fue acertadísima la decisión de Celia de abrir con la intrigante Quimbara. La explosividad de los vientos y la percusión, junto con ese estribillo ininteligible se coló enseguida en la gente, que lo coreaba como si estuviese en su lengua. Era en realidad conmovedor ver a los niños africanos con su inmensa sonrisa de marfil bailando y cantando ese ritmo que tal vez era la primera vez que escuchaban. Del africanoide Quimbara pasaron a la cubanísima Guantanamera, claro, con Celia a la voz. A esta canción era difícil que alguien la coree, pero el baile no faltó. Si hay una raza dotada con el ritmo absoluto esa es la negra. De Cuba pasaron a Puerto Rico con Cheo Feliciano y su El ratón. A esas alturas cualquier observador hubiera notado ya que ese muchacho flaquito y desgarbado con aire tímido que hacía los coros era, nada más ni nada menos, que Héctor Lavoe. Después de Cheo le tocó a Héctor, y sacudiéndose toda esa aparente timidez demostró por qué es El Cantante de los Cantantes. Dueño de fuentes inagotables de carisma, terminó rodeado y cargado por la multitud extática al ritmo de Mi gente. Como cierre vino una versión sin Celia de Guantanamera y la consecuente ovación del público, demostrando lo ya archiconfirmado de que en materia de alegría la música es lengua universal.